En Navidad los cristianos celebramos el nacimiento de Jesús. En palabras llanas, su cumpleaños. Nuestro calendario occidental se cuenta desde el año de su nacimiento. Por tanto, la tradición nos dice que Jesús nació el 25 de diciembre, hace 2020 años. Si nos ubicamos en la antigüedad, fue unos 754 años desde la fundación de Roma.

Pero, ¿en qué se basa esta fecha? ¿Es fiable? ¿Podemos estar seguros?

Se ha escrito muchísimo sobre el tema, y los estudios son muy numerosos. Basándome en algunos de ellos y en el trabajo de sus autores, voy a resumir las conclusiones de forma sencilla. Esto es lo que podemos saber, hoy, con bastante certeza.

De entrada, hay que decir que Jesús de Nazaret es un personaje histórico real, y no un mito, un símbolo o un arquetipo. En esto los historiadores, creyentes o no, están de acuerdo. La existencia de Jesús está probada no sólo por la tradición de la Iglesia, que sigue viva hasta hoy, sino por los relatos de los evangelios y muchas otras fuentes de autores judíos, griegos y romanos, no cristianos (Flavio Josefo, Plinio, Tácito, Suetonio y varios textos rabínicos, como el Talmud de Babilonia).

De modo que, referente a Jesús, no estamos hablando de leyendas, sino que podemos hablar de historia y podemos investigar todo lo referente a su vida terrena con el mismo rigor que con cualquier otro ser humano.

Empecemos por el año

Lucas, evangelista preocupado por situar históricamente a Jesús, nos da muchos datos. Nos dice que nació bajo el imperio de Augusto, reinando en Judea Herodes el Grande, y que ejerció su misión y murió bajo el gobernador Poncio Pilato (años 26-36 de nuestra era). Herodes reinó entre el 37 y el año 4 antes de Cristo. Y aquí tenemos el primer problema: Jesús tuvo que nacer unos años antes del año «cero»… ¡Antes de que Herodes muriese! Y si al gobernar Poncio Pilato tenía alrededor de treinta años, esto nos lleva al año 6 o 7 antes de Cristo.

Otro dato lo tenemos cuando Lucas nos habla de que María y José se desplazaron a Belén para un censo general del orbe romano. También sabemos que Augusto ordenó un censo general hacia el año 7 a.C. Y se sabe que el rey Herodes también ordenaba censos de su reino, para recaudar impuestos y de paso complacer al César, controlando a sus ciudadanos. Entre los años 7 y 6 a.C., Herodes ordenó uno de estos censos. Aunque Lucas habla del gobernador de Siria, Quirino, es posible que aquí haya un error por parte del evangelista, puesto que Quirino no fue nombrado hasta unos cuantos años más tarde. Lo más probable es que Lucas haya mezclado fechas y acontecimientos.

Los censos judíos no eran como los romanos, que contaban los cabezas de familia y la propiedad, las tierras. Los judíos sólo contaban a las personas, tanto hombres como mujeres, porque el impuesto para el templo era per capita. Esto explica que José viajara con María para censarse, estando ella encinta y con las incomodidades que eso suponía, y que fuera a Belén, que no era su lugar de residencia, sino al lugar de procedencia de su linaje, pues se nos dice que José era descendiente del rey David.

 

Por tanto, podemos situar el año de nacimiento de Jesús entre el 7 y el 6 a.C. Esto encajaría también con el relato de Mateo, que explica la persecución de Herodes y la matanza de los inocentes. José y María huyen a Egipto con el niño y regresan al cabo de unos pocos años, cuando Herodes ya ha muerto, en el 4 a.C.

Pero ¿por qué, entonces, hay este desfase? El error es debido a un monje llamado Dionisio el Exiguo, a quien el papa Juan I, en el siglo VI, encargó que datara exactamente el año del nacimiento de Cristo. El monje, experto en cálculos astronómicos y calendarios, puso su mejor empeño, pero erró en unos años. Algunos autores sugieren que lo hizo porque el año que él fijó como del nacimiento de Cristo, el 754 de la fundación de Roma, es una suma de números con valor sagrado.

¿Y el día? ¿Fue realmente un 25 de diciembre?

La celebración del nacimiento de Jesús en diciembre data de los primeros tiempos del cristianismo; san Juan Crisóstomo ya recoge en sus escritos que se celebraba en esa fecha. Sin embargo, y sobre todo a partir del siglo XVIII, se ha extendido la afirmación de que la Navidad no es más que una fiesta pagana cristianizada. A partir de Constantino y Teodosio, los emperadores que «legalizaron» el cristianismo, muchas fiestas paganas se fueron reconvirtiendo y adaptando a la nueva religión.

¿Es realmente así? El solsticio de invierno era una fecha significativa en muchas religiones de la antigüedad: se celebraba que los días volvían a crecer, el sol renacía tras su declive otoñal. En la tradición cristiana, Cristo es el sol que viene a traer la luz a la tierra.  

¿Fiesta pagana cristianizada? ¿O al revés?

Pero, ¿qué se celebraba en Roma? En los primeros siglos de nuestra era, por esas fechas se celebraban las Saturnalia, fiestas en las que era típico comer, beber y divertirse, salirse de las normas e intercambiar regalos.

La fiesta del Sol Invicto (o natalicio del sol), de la que tanto se habla, no se popularizó en el imperio romano hasta el siglo III, por decreto del emperador Aureliano, en una época de crisis e inestabilidad y cuando ya el cristianismo llevaba siglos extendiéndose. El emperador, buscando reforzar su figura, asoció esta celebración con Mitra, un dios que guarda ciertas similitudes con la figura de Cristo: viene a iluminar las tinieblas y, de niño, fue cuidado por unos pastores. Esta divinidad era muy venerada por los soldados. Pero especialmente la fiesta se vinculó al emperador, adorado como dios y presentado como soberano del universo, semejante al sol, y portador de la paz a todas las naciones.

Es fácil decir que los cristianos adaptaron la fiesta romana a su tradición; pero quizás fue lo contrario. Como los cristianos ya celebraban en esa fecha el nacimiento de Cristo, los emperadores quisieron darle un cariz más civil y político a la festividad.

Siguiendo la pista a los calendario judíos

Una investigadora francesa, Annie Jaubert, decidió indagar sobre el tema tomando como referencia el evangelio de Lucas y los calendarios de los jubileos judíos. Partiendo de lo que nos cuenta sobre Zacarías (padre de Juan Bautista, de la familia de Abías), Joubert descubre que los sacerdotes de su turno debían ir a servir al templo a finales de septiembre. Si Isabel se quedó embarazada de Juan en esa fecha, y, según Lucas, María recibió la visita del ángel seis meses después, estamos hablando del… ¡25 de marzo! Es decir, la fecha en la que, tradicionalmente, se celebra la concepción de Jesús. Seguimos contando. Juan Bautista, si el calendario es correcto, tuvo que nacer justamente cuando celebramos su nacimiento: alrededor del 24 de junio. Y Jesús, nueve meses después del 25 de marzo: ¡el 25 de diciembre!

La tradición no es prueba, pero sí un indicio de peso, como saben los arqueólogos e historiadores. Si existe una tradición muy antigua y arraigada, que arranca de tiempos casi contemporáneos a los hechos, es más que posible que se sustente en una realidad sólida. Si los cristianos celebramos el nacimiento de Juan el 24 de junio y el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, puede no ser por capricho, por casualidad o por intereses más o menos teológicos.

La estrella y los pastores

La famosa estrella de Navidad, que avistaron los magos de Oriente, es, según acuerdan casi todos los estudiosos, una conjunción de los planetas Júpiter y Saturno (la que, por cierto, se puede observar en estos días, después de siglos sin producirse). Un fenómeno astronómico similar se puede datar en el año 7 a.C. La conjunción se repitió tres veces aquel año: en mayo, setiembre y diciembre.

¿Y los pastores? Dice el evangelista Lucas que velaban al raso, cuidando del rebaño. Si era de noche y era invierno, ¿no hubiera sido más lógico que las ovejas estuvieran en su redil, bien guarecidas? ¿Por qué había rebaños pastando al raso? De nuevo un conocimiento a fondo del mundo religioso judío nos da una explicación. Según el teólogo y biblista Michele Loconsole, Belén está a escasos km de Jerusalén, en cuyo templo se sacrificaban los corderos. Los animales destinados al sacrificio eran separados por su color. Los blancos, considerados puros, se guardaban en establos. Los pintados, podían estar en rediles, pero fuera del pueblo. Las ovejas negras, las «impuras», tenían que estar lejos de cualquier población, y los encargados de cuidarlas, como podéis imaginar, eran las gentes de peor fama y más despreciadas, por estar en contacto con los animales impuros. Tal vez no estaban a la intemperie, sino en algún tipo de refugio provisional, pero sí en un lugar aislado, en el monte, como podemos imaginarnos a los rebaños de nuestros pastorcillos del pesebre.

El detalle no es baladí. La buena noticia de Jesús llega primero, no sólo a unos pobres pastores, sino a los más marginados de todos. Dios no vino rodeado de lujo ni se mostró elitista.

Así que… ¿conclusión? Podemos decir, sin reparos, que muy posiblemente Jesús nació un 25 de diciembre del año 7 antes de nuestra era. Es decir, hace unos 2027 años.

¡Feliz Navidad!