DURANTE veinte años he sido catequista de niños y, cuando tengo que explicarles la resurrección de Jesús, siempre surgen preguntas desafiantes.

Con su lógica aplastante, los niños muestran sus dudas, su curiosidad, su interés… Responder a estas cuestiones se convierte en todo un reto.

La resurrección de Jesús es un hecho tan extraordinario, que incluso para los cristianos adultos resulta desconcertante. Muchas personas no acaban de creerlo. O tienen ideas curiosas. Piensan que los relatos de los evangelios son simbólicos, o que se trata de una experiencia «interior» de los discípulos, una vivencia mística, espiritual… Algo que sucedió en su corazón o en su imaginación, y no tanto un hecho palpable.

Pero esto no es lo que nos cuentan los evangelios.

Resurrección evangelios

Los historiadores utilizan seis criterios para verificar si un hecho o un personaje fue real.

1. Fuentes tempranas: contamos con escritos que hablen del personaje cercanos al tiempo en que vivió, o contemporáneos a él. Si se trata de hechos, debe haber relatos recientes.

2. Testimonios oculares: hay testimonios de personas que vieron y conocieron al personaje, presenciaron o participaron de los hechos.

3. Variedad de fuentes independientes: existe más de una fuente que hable del tema, de diferentes autores y con distintos intereses y puntos de vista.

4. Verificación enemiga: autores o grupos contrarios que no tienen ningún interés en ensalzar al personaje o el acontecimiento lo relatan en sus crónicas.

5. Detalles embarazosos: el relato incluye detalles que no ensalzan a los personajes o protagonistas de los hechos, sino que reflejan sus defectos y fallos. Incluir estos aspectos negativos es una prueba fuerte de veracidad.

6. Consenso: la diversidad de fuentes y testimonios están de acuerdo en los principales hechos y datos. La coincidencia en lo esencial es otra prueba sólida de veracidad.

Veamos si estos seis criterios se pueden aplicar a Jesús de Nazaret y, más aún, al hecho extraordinario de su resurrección.

San Marcos evangelista

1. Relatos cercanos a los hechos

¿Cuándo se escribieron los evangelios? ¿Cómo lo sabemos? ¿De qué época son los documentos más antiguos conservados?

Los  cuatro evangelios que narran la vida de Jesús se escribieron pocas décadas después de su muerte, entre los siglos I y II. Todos ellos están escritos en griego.

Se escribieron a partir de los relatos de los apóstoles, que habían conocido en persona a Jesús. Por tanto, son deudores de una sólida tradición oral.

El evangelio más antiguo parece ser el de Marcos. Marcos era ayudante del apóstol Pedro, le hacía de intérprete y escribió todo lo que Pedro explicó sobre Jesús. Esto lo explican dos sabios de la antigüedad: Eusebio de Cesarea y Clemente de Alejandría, en el siglo III (Historia Ecclesiae). Mateo y Lucas, según la tradición, se basaron en Marcos y en otros relatos de personas que conocieron a Jesús. También se habla de la fuente Q, una serie de escritos recopilados a partir de los dichos de Jesús, que sería la base de Mateo y Lucas, sumada al contenido de Marcos. Juan ―o la escuela de discípulos que redactó su obra― recoge su experiencia como amigo de Jesús y desarrolla un evangelio diferente, mucho más teológico y subrayando otros aspectos que no aparecen en los tres anteriores. Añade detalles muy precisos que revelan una vivencia en primera persona.

Se han encontrado muchos papiros con textos de los evangelios. Los más antiguos proceden de Egipto y datan del siglo II, casi de la misma época en que se escribieron las primeras versiones. Son fragmentos de los evangelios, en versiones casi idénticas a las que conocemos hoy. Los más importantes y completos que se conservan son el Códice del Sinaí y el Códice Vaticano, del siglo IV. No se conservan otros escritos de la antigüedad tan cercanos a su fuente original, son casos extraordinarios.

Por ejemplo, los códices más antiguos de los escritos de Platón son copias del siglo X, más de mil trescientos años después de su muerte, y nadie duda de su autenticidad. 

Papiro evangelio

2. Testigos oculares

¿Quiénes vieron a Jesús resucitado? ¿Quién lo cuenta? Según los cuatro evangelistas, el libro de Los Hechos de los Apóstoles y varias cartas de san Pablo, podemos contar a más de 521 personas que vieron a Jesús vivo tras su muerte. De estas, muchas seguían vivas cuando se redactaron los primeros textos de los evangelios y las cartas paulinas. Si el relato hubiera sido una farsa, lo hubieran podido desmentir. 

Testigos oculares

Quisiera detenerme también en un aspecto: las mujeres. Ellas son las primeras en ver a Jesús resucitado. Y puede entenderse: cuando Jesús fue condenado a muerte, sus discípulos lo abandonaron por miedo. Ellas lo siguieron hasta la cruz. Se dice, en el evangelio de Juan, que al pie de la cruz estaban María, su madre, María Magdalena y otra María. Pasado el sábado, fueron al sepulcro para terminar de perfumar y arreglar el cadáver. Tiene sentido que ellas, en su diligencia, fueran las primeras en ser testigos de la resurrección. Pero en aquellos tiempos, y en la cultura judía, el testimonio de una mujer no tenía validez legal. Por tanto, es extraordinario que en los relatos evangélicos se recalque que fueron ellas las primeras en ver a Jesús. Si hubieran querido inventar la historia, jamás hubieran señalado que los primeros testigos fueron mujeres. 

María Magdalena

3. Variedad de fuentes

¿Quiénes hablan de Jesús? ¿Qué dicen de él? Hubo otros autores de la antigüedad que, en sus libros, escribieron sobre Jesús y los cristianos. Veamos qué nos cuentan.

Historiadores romanos

El historiador Tácito (56-120 dC) explica que los cristianos se llaman así por Cristo, que había sido condenado a la pena capital por Poncio Pilato. Su creencia emergió no sólo en Judea sino también en Roma. La considera una superstición terrible y dañina (Annales, 15, 44, 3).

Suetonio (70-130 dC) escribe que el emperador Claudio expulsó a los judíos de Roma (año 49) por los altercados provocados a causa de Cristo (Vida de Claudio, 25, 4).

Plinio el Joven (61-120 dC) afirma que el cristianismo es una superstición «perversa y extravagante», y que los cristianos son denunciados ante el emperador, pero este les permite seguir con su creencia mientras no cometan delitos. De Jesús dice que los cristianos no quieren ofrecer sacrificios a los dioses ni al emperador, por el nombre de Cristo. Algunos son detenidos y torturados por este motivo. Se reúnen un día a la semana para cantar y recitar oraciones, y se comprometen a no actuar mal, no robar, no mentir ni cometer adulterio (Cartas 10, 96).

Historiadores romanos

Escritos judíos

El historiador Flavio Josefo (s. I)  en su historia sobre las Antigüedades Judías, habla de Jesús, de Juan Bautista y de Santiago, el hermano (o primo) de Jesús. Explica que Jesús fue un hombre sabio y virtuoso, con muchos seguidores. Murió en la cruz condenado por Poncio Pilato y a los tres días se apareció, vivo, a sus amigos. Estos «continuaron amándolo y predicando su mensaje hasta el día de hoy» (Antigüedades 18, 63-64).

Algunos escritos rabínicos hablan de Jesús y de su muerte. Afirman que murió porque había practicado la magia y engañado a los judíos, y finalmente tuvo problemas con los romanos (Talmud de Babilonia, Tratado del Sanedrín, 43 a). Esta versión coincide con los argumentos que, según los evangelios, esgrimieron las autoridades judías para condenarlo a muerte.

Otros escritos judíos afirman que su padre era carpintero y su madre se llamaba María, y que concibió a Jesús como hijo ilegítimo de un soldado romano, por eso su padre no quería reconocerlo. Este relato se recoge en el Talmud de Babilionia, Tratado Shabat, 104 b y en la obra del filósofo Celso en el s. II (Orígenes, Contra Celso, 1, 32).

Escritos judíos

Fuentes griegas

El filósofo Mara bar Sarapion (griego judío) escribe sobre Jesús que era un «rey sabio» y que, pese a morir, su mensaje no ha muerto y sus seguidores lo siguen.

El autor Luciano (s. II) en su obra De morte Peregrini (11 y 13) escribe que un hombre fue crucificado en Palestina por introducir un nuevo culto en el mundo. Era un sabio y dejó muchos seguidores. Los cristianos adoran a un «dios crucificado» y practican las leyes (el evangelio).

Todos estos autores coinciden en que: Jesús fue un hombre sabio que hizo cosas extraordinarias, creó un grupo de seguidores, murió en cruz por orden de Poncio Pilato y sus seguidores siguieron creyendo en él y viviendo según sus enseñanzas tras su muerte.

Autores griegos

Los árabes: el Corán

El Corán habla de Jesús, hijo de María y enviado por Dios. Lleno de sabiduría y bondad, con poder de obrar milagros y lleno de santidad. Pero no es hijo de Dios, es un profeta más. Dios lo «eleva» «hasta el día de la resurrección»: ¿es una forma de explicar que resucitó?

En resumen, contamos con una serie de autores romanos, griegos, judíos y árabes que hablan de Jesús y del hecho extraordinario que sus seguidores lo consideraban vivo, tras morir.

Autores griegos

4. Verificación enemiga

Esta pista es de especial relevancia y tiene mucho peso. ¿Qué decían los que no creían en Jesús o estaban en contra de él y de sus seguidores?

Los judíos

Los ancianos de los judíos dieron dinero a los soldados que vigilaban el sepulcro para que dijeran: «Decid que sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras dormíais. Y si la  cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones. Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Así es como se corrió entre los judíos esta versión, hasta el día de hoy» (Mateo 28, 11-15).

En el Talmud de Babilonia, como hemos visto, se considera que Jesús era un estafador y que practicaba la magia, pero se reconoce su origen, su identidad, su muerte y el hecho de que sus discípulos siguen fieles a él.

Autores griegos

Los romanos

Como ya hemos visto, Tácito afirma que el cristianismo es una superstición dañina (ver más arriba).

Suetonio escribe que los cristianos alborotan porque no quieren adorar al emperador y son expulsados de Roma (Los Hechos también explican esa expulsión de Roma).

Plinio explica que los cristianos se niegan a adorar a los dioses y al emperador, por amor a Cristo. Son capaces de soportar tortura. Se comportan bien.

Todo esto coincide con los relatos cristianos que hablan de las persecuciones por motivo de su fe.

Cristianos mártires

5. Detalles embarazosos

Los relatos que hablan de la resurrección muestran que los amigos de Jesús tenían dudas, miedos, no sabían muy bien qué pensar ni qué hacer ante lo ocurrido. Les costó creer, aun viendo a su maestro vivo. Si hubiera sido fabulado para resultar convincente, el relato sería perfecto y todas las versiones encajarían. Los discípulos habrían creído sin dudar desde el primer momento y no se revelarían detalles que pudieran avergonzarlos o ponerlos en cuestión.

Pero los evangelios no ocultan los miedos y vacilaciones de los discípulos de Jesús. No eran dechados de perfección con una fe inquebrantable. Tenían defectos, dudaban y cometían errores, como cualquier mortal. El hecho es que a los discípulos les costó creer en la resurrección, y su perplejidad queda consignada en los relatos.

Tomás y Jesús

El evangelista Juan cuenta…

Tomás, que no estaba con el grupo cuando Jesús se apareció la primera vez, no quería creerlo: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el costado, no creeré» (Juan 20, 24-28).

Cuando Jesús se les vuelve a aparecer, en el mar de Galilea, al principio no lo reconocen. Luego Juan sí lo reconoce, y todos van con él. Pero «no se atreven a preguntarle quién es, aunque saben que es el Señor»… (Juan 21, 1-14). Les cuesta reconocerlo.

Jesús y discípulos en el mar

Marcos cuenta:

Las mujeres salieron huyendo del sepulcro con gran espanto y «no dijeron nada a nadie porque tenían miedo…» (Mc 16, 8).

Jesús se apareció a María Magdalena, y ella comunicó la noticia a los demás, «que estaban tristes y llorosos» y no la creyeron. Después, vinieron dos de ellos que se lo habían encontrado por el camino y tampoco a estos los creyeron. Cuando Jesús se apareció al grupo les «echó en cara su incredulidad y su mente cerrada por no haber creído en quienes lo habían visto» (Marcos 16, 9-14).

Mateo cuenta: 

Los once discípulos marcharon a Galilea al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, lo adoraron, si bien algunos dudaron… (Mt 28, 16-17)

Lucas cuenta:

Cuando las mujeres contaron a los discípulos que habían visto el sepulcro vacío y los ángeles que les anunciaban la resurrección de Jesús, «a ellos todas estas palabras les parecieron desatinos, y no las creían» (Lucas 24, 9-11).

Cuando Jesús se aparece al grupo de amigos, «ellos creyeron ver un espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué os turbáis? ¿Por qué alberga dudas vuestra mente? Mirad mis manos y mi costado, soy yo mismo. Tocadme y veréis que un espíritu no tiene carne y hueso como veis que yo tengo… Como no acababan de creérselo, les dijo: ¿Tenéis algo de comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pescado. Lo tomó y comió ante ellos» (Lucas 24, 36-43). 

Cenáculo

6. Consenso

¿En qué coinciden todas las versiones y autores? Hay una información que es prácticamente la misma en todos los relatos y versiones, cristianos y no cristianos.

1. Jesús vivió en tiempos de los emperadores Augusto y Tiberio.
2. Murió en Jerusalén, crucificado por orden del gobernador romano Poncio Pilato.
3. Sus seguidores continuaron amándole y viviendo «como si él estuviera vivo» y extendieron su mensaje.
4. La tumba de Jesús quedó vacía, no se encontró su cuerpo.
5. Los seguidores de Jesús lo llaman el Cristo (enviado de Dios) y lo adoran como a Dios.
6. Se reúnen una vez por semana. Procuran vivir siguiendo sus enseñanzas y con buena conducta.
7. Son perseguidos por sus creencias y son capaces de soportar tortura y muerte por amor a Jesús.
Estos datos y hechos constituyen una base sólida para afirmar que la resurrección, si bien no puede considerarse un acontecimiento científico ―nadie vio cómo sucedía― sí puede considerarse un hecho real, por la solidez de los testimonios y por las consecuencias: muchos vieron a Jesús vivo tras su muerte, y sus seguidores han continuado amándolo hasta el día de hoy.

Comunidad cristiana

Conclusiones

La Iglesia cristiana nace a partir de la resurrección de Jesús. Ningún otro hecho podría explicar que un grupo de discípulos, muerto su maestro, atemorizados y confusos, se lanzaran de repente por todo el mundo a anunciar que Jesús estaba vivo, y a expandir su mensaje. El cambio en su psicología, en su actitud y en su propia vida fue tan asombroso que no puede explicarse por mera sugestión, o por una simple experiencia mística. Mucho menos podría explicarse como un fraude o un montaje.

Las dos pruebas quizás más potentes son: una, su forma de vivir, que atraía a las gentes por su coherencia. Predicaban el amor y la fraternidad, y aunque de forma imperfecta, intentaban vivirla cada día. Los primeros cristianos no contaban con grandes recursos, ni siquiera con el apoyo de los gobiernos y las  clases pudientes, pero se expandieron por todo el mundo mediterráneo por su manera de vivir y de tratarse. Y dos: fueron capaces de arriesgar su vida y morir, incluso violentamente, por amor a su maestro. Es difícil morir por un ideal, pero es más fácil comprender que se pueda morir por una persona viva a la que amas con todas tus fuerzas.

Si eres cristiano, tu fe descansa en la resurrección de Cristo, un hecho que, al igual que sucedió a los primeros discípulos, también puede cambiar tu vida. Si no eres creyente, puedes estar seguro de que en el mes de abril del año 30 de nuestra era sucedió un hecho misterioso, inexplicable desde la ciencia, pero innegable desde la historia. Un evento que cambió la vida de muchos y también dio un giro irreversible a la trayectoria del mundo.

¡Feliz Pascua de resurrección! 

Sepulcro vacío

Bibliografía 

Hay muchísima. Sobre Jesús de Nazaret recomiendo estos cuatro libros que, además de ser rigurosos, están muy bien escritos y pueden leerlos bien incluso lectores poco versados en temas bíblicos y teológicos:

Martín Descalzo, J. L., Vida y misterio de Jesús de Nazaret.

Pagola, J. A., Jesús, una aproximación histórica. 

Puig, Armand, Jesús, un perfil biográfico.

Ratzinger, Joseph, Jesús de Nazaret.